BlogsBerlinale. Día 4. Dying, de Matthias Glasner (Alemania)

Berlinale. Día 4. Dying, de Matthias Glasner (Alemania)

Por Alberto Ramos

(Berlín, 19 de febrero de 2024). Uno podría resumir Dying diciendo que trata acerca de una familia disfuncional condenada a muerte, que es decir a la desaparición. Y de eso se trata, al menos en parte, pues lo disfuncional se ha tematizado hasta tal punto en el cine que ha llegado a constituirse en un subgénero. Pero acá hay otras lecturas posibles. Porque Dying, donde la idea de la muerte sobrevuela en cada escena y a cada momento, tiende su mirada más allá de las circunstancias que rodean nuestra eventual salida de este mundo. En otras palabras, la muerte es solo el pretexto para problematizar algo más trascendente: el valor de la compasión, nuestra respuesta más inmediata y visceral al sufrimiento del otro, del prójimo que se muestra en su fragilidad más angustiosa, reclamando nuestra atención, nuestra compañía, un gesto de piedad.

Asolada por la enfermedad, la familia Lunies agoniza. Berg, el anciano padre aquejado de demencia senil, vaga por la casa y el vecindario, en ocasiones semidesnudo, sin saberse parte de este mundo. Lissy, la madre, no solo debe lidiar con los desvaríos del marido. Padece de cáncer, diabetes e insuficiencia renal, por lo que apenas le restan unos meses de vida. Ellen, la hija, es una alcohólica con serias carencias afectivas. Y por último Tom, el hermano, se ha refugiado en su profesión (es director de orquesta) para evadir el sombrío panorama que ofrecen las vidas de sus parientes.

Es Tom, sin embargo, quien ha aceptado la crianza de una bebé que su ex ha tenido con otra pareja. Por otra parte, su amistad con Bernard, el compositor de una pieza que estrenará próximamente con la orquesta juvenil que dirige, atraviesa por un momento complicado. Pero Tom se niega a abandonarlo en medio de esa crisis existencial y creativa (agravada por un incidente, protagonizado por Ellen, que obliga a cancelar dicho estreno) y acude de nuevo al llamado de Bernard cuando en medio de la noche este reclama su presencia, sin imaginar las trágicas implicaciones que tendrá ese encuentro con el amigo.

Otros dos personajes ofrecen también comprensión y cercanía a los afligidos Lunies. Uno es la vecina de Lissy, que consuela y ayuda a esta en el manejo de Gerd. El otro es Sebastian, un colega dentista de Ellen con quien esta inicia un tormentoso romance. A pesar de que el alcoholismo amenaza en más de una ocasión con malograr la relación entre ambos, Sebastián insiste en acompañarla, no solo por amor, sino porque es consciente de que sobre la inestabilidad emocional de la mujer gravita además el desolador panorama familiar que enfrenta por entonces.

Contrariamente al oscuro, pesimista mensaje de Bernard, los protagonistas de Dying emprenderán un camino en que aceptación y reconciliación resuenan con inusual fuerza. Ni la vida es una pelea en solitario ni la muerte, el castigo infligido por un destino poderoso e inescapable. Una mano que se tiende solidaria en medio del dolor hará en cualquier caso la diferencia, sembrará aliento y esperanza frente a la tentación de sucumbir y rendirse. Esa esperanza que, al decir de Tom cuando dedica el concierto a la memoria de Bernard, “está en el hecho mismo de que lo estemos interpretando”.

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