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DOSSIER 137

(Alberto Ramos, Cannes). Hay una pregunta que sobrevuela en Dossier 137, de Dominik Moll: ¿por qué la gente odia a la policía? La formula un adolescente, el hijo de la protagonista. Para Stéphanie, la madre, responder a esa interrogante se hace difícil porque ella misma pertenece a un cuerpo policial. Y sabe que ese odio tiene su origen en los abusos y maltratos de que, con no poca frecuencia, es objeto la ciudadanía a manos de los agentes. Pero, además, y no menos importante, Stéphanie labora para la división conocida como IGPN, encargada de investigar esos excesos y, eventualmente, encaminar el enjuiciamiento de los responsables si se demuestra su culpabilidad. Y por lo mismo, no es ajena al hecho de que, en muchos casos, las reclamaciones de las víctimas no prosperan y el castigo nunca llega.

Con lo cual ese odio al que refiere Víctor, el hijo, no solo se explica en función del daño, físico o mental, infligido al ciudadano, sino a la impunidad de que disfrutan los victimarios. En tal caso, la pregunta que sigue sería si en verdad la justicia alcanza a todos por igual, incluidas las instituciones encargadas de resguardar el orden social. O el mero hecho de pertenecer a estas, como es el caso de la policía, absuelve a quienes en nombre de ese orden cometen toda clase de arbitrariedades, sin importar la gravedad de sus actos y las consecuencias que acarrean, sea a corto o mediano plazo, en sus víctimas.

Dossier 137 es una ficción de base documental inspirada en hechos reales que acontecieron durante los disturbios acaecidos en diciembre de 2018 en París. Sólidamente concebida y rodada, sigue el curso de la investigación emprendida por Stéphanie para establecer la responsabilidad de dos miembros de una brigada especial antiterrorista de la policía conocida como BRI, Lavallée y Fage, que presuntamente dispararon a mansalva contra el joven Guillaume Girard, ocasionándole un severo trauma craneal con secuelas irreversibles que lo mantuvo hospitalizado por largo tiempo.

En el curso de la misma, Stéphanie deberá enfrentar el cuestionamiento de ambas partes en pugna. De un lado, la familia del joven, en particular Joëlle, la madre de este, que no oculta su escepticismo ante la posibilidad de identificar al culpable e impartir justicia debidamente: «No le importamos a nadie», afirma con ironía en algún momento. El video que los muestra mientras viajan desde Saint Dizier, el pequeño pueblo del este de Francia donde viven, para asistir a una manifestación en París da cuenta de una familia común, sin ninguna predisposición violenta, que se apresta a ejercer su derecho constitucional a la protesta. De la otra parte están los jefes de los destacamentos policiales convocados para reprimir la manifestación, quienes junto a sus subordinados se niegan a reconocer, ni siquiera ante las evidencias fotográficas, su participación en los hechos, y no ocultan una visión negativa, plagada de estereotipos, sobre quienes participan en las protestas, considerándolos sus enemigos de facto.

Stéphanie, no obstante, cuenta con un magnífico equipo de apoyo, y en algún momento consigue que un testigo presencial le entregue un video de lo sucedido, que habría filmado desde la habitación de un hotel cercano. El testigo en cuestión es la joven Mady, una afrodescendiente que trabaja como mucama en ese hotel, y quien al principio oculta su versión de los hechos, convencida lo mismo que Joëlle de la inutilidad de la encuesta y temerosa de una represalia por parte de la policía. La larga secuencia en que Stéphanie, sospechando que sabe más de lo declarado, la sigue por París hasta interpelarla no solo introduce un momento de suspense en la mejor tradición del género, sino que da pie a una confrontación, mutuamente iluminadora, entre ambas mujeres, cuyas vivencias y puntos de vista sobre el tema no podrían estar más distantes.

Por último, aunque de no menos importancia dado que juega un papel decisivo en el desenlace, el filme concede una importancia quizá sobrevalorada, y que a la larga resta contundencia a lo antes expuesto, a aquello que en términos legales se consideraría como un sesgo personal en la investigación, atribuido nada menos que a Stéphanie. En breve, a sus superiores llega la información de que esta, lo mismo que los Girard, procede de Saint Dizier; y, por si fuera poco, Joëlle conoce personalmente a la madre de aquella. En términos objetivos, ello difícilmente se sostiene como argumento para decretar la cancelación de la pesquisa, habida cuenta del prestigio de Stéphanie y el rigor con que ha llevado su trabajo. No obstante, funciona como una burda excusa para cerrar el caso y, lo que es más importante, deja entrever que otras son las razones y fuerzas, de más peso en la esfera política, interesadas en que así sea. 

Espléndidamente actuada por Léa Drucker en el rol de Stéphanie, profusamente documentada con videos originales y reconstruidos de los acontecimientos, y apoyada por un minucioso dominio del escenario en que se desempeñan los miembros del INGP, Dossier 137 rebasa con creces las expectativas del género y es un claro ejemplo de ese cine en que la destreza e integridad profesional se consagran a fondo a favor de una causa humana.

(reseñado en el festival de Cannes 2025)  

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