El Jurado Ecuménico, constituido por SIGNIS e Interfilm, volvió a tender un puente entre ética y estética en el Festival Internacional de Cine de Locarno 2025, al premiar a Solomamma de Janicke Askevold, una coproducción nórdico-báltica; mientras que la Mención Especial fue para el largometraje suizo Le Lac de Fabrice Aragno.

¿Quién es el autor de la vida? La pregunta —en apariencia metafísica— tiene consecuencias muy concretas en la sociedad contemporánea. El Jurado Ecuménico reconoció en Solomamma un cine que interroga la autoría y la responsabilidad en el nacimiento de una nueva vida, particularmente cuando las técnicas de reproducción asisten, median o incluso desplazan prácticas y nociones tradicionales. En su motivación, el jurado subraya cómo la película abre un campo de tensiones entre origen, identidad y pertenencia, preguntándose, sin rodeos sobre el origen de la existencia. Le preocupa asimismo qué queda del “milagro” de la concepción cuando el imaginario de la vida se piensa en paradigmas médico‑técnicos; y si una “solomamma” —madre en singular— puede asumir la carga moral de sus decisiones sin lesionar la libertad propia, la del hijo y la del donante.

Solomamma es leída por el jurado como una obra que descentra la noción de agencia: ya no bastan los binarismos “naturaleza/técnica”, “privado/público”, “gratitud/propiedad”. La película, al poner en juego la palabra “donante” y su ética relacional, sugiere un régimen de coautorialidad biopolítica: hay técnicos, protocolos, normativas, genealogías y afectos implicados. Y el cine, con su capacidad para fijar rostros y silencios, deviene laboratorio de responsabilidad compartida.
Le Lac: navegar el duelo, filmar el límite
La Mención Especial del Jurado Ecuménico fue para Le Lac un filme que desplaza el foco hacia el tránsito del dolor. El jurado describe a una pareja que no rehúye el duelo sino que lucha con él, y cuya economía del silencio no impide una comprensión profunda del otro: el entendimiento se hace gesto, ritmo, respiración. En el plano físico, la navegación a vela convierte el paisaje en dramaturgia meteorológica; la pareja “enfrenta la tormenta” y el viento la empuja hasta un borde donde lo natural se vuelve alegoría: la frontera entre vida y muerte. Ese dispositivo —una barca en el temporal— actualiza una tradición del cine europeo que ha pensado el elemento (agua, viento) como cámara externa de la conciencia: un fuera de campo que organiza decisiones éticas antes que meramente argumentales.

La deliberación estuvo a cargo de Melanie Pollmeier (Suiza, presidenta), Ileana Bîrsan (Rumanía), Philippe Cabrol (Francia) y Roland Kauffmann (Francia).
El Premio Ecuménico de Locarno 2025 legitima dos formas de resistencia: hacer preguntas difíciles (aunque incomoden marcos legales y hábitos culturales) y sostener el vínculo (aunque la tormenta borre la sintaxis del consuelo). En términos estrictamente cinematográficos, el fallo reivindica un cine de decisiones: decisiones narrativas que no piden permiso a la coyuntura mediática, decisiones formales que aceptan el riesgo de filmar el límite.

